No sé si les pasa lo mismo, pero cada vez entiendo menos.
Cuando era niña tenía una vaga noción de no saber cosas, pero se me perdonaba por haber vivido poco. Los adultos soportaban estoicos mis chorrocientasmil preguntas acerca
de la vida y todo lo demás.
Hoy no entiendo muchas cosas. De hecho, cada vez entiendo menos. Supongo que es así envejecer….o no sé, volverse sabio. Uno se da cuenta de que no sabe ni wéas de nada. Uno
cree que sabe, o al menos pretende ante otros que están tan perdidos como uno.
No entiendo el fanatismo; no entiendo por qué cuando uno más quiere algo, menos resulta; no entiendo por qué hay gente incapaz de ponerse en los zapatos del otro antes de
decirle «verdades»; no entiendo que uno se saque la chucha por algo y al final todo quede en nada.
Siempre me imaginé que cuando uno cumplía unos 25 años, mágicamente tendría a su disposición todas las respuestas del universo, como si cumplir esa edad desbloqueara logros como en los juegos de Facebook….y bueno, no es así.
A los 25 años uno piensa que sabe todo, incluso más de lo que saben tus padres y no escatima en palabras para responder todo con seguridad. Quizás esto sea cierto en
cuanto a tecnología, por ejemplo, pero de la vida, uno sigue sin saber ni coco. Vergüenza ajena me dan las veces que insistí en ideas sin asidero en el mundo real, las veces que discutí con vehemencia que el gato tenía 5 patas, solo por ganar un argumento, por terror a que me tildaran de tonta.
Pasados los 30 años, de cierta manera uno ya está más en paz con no saber nada y no siente tampoco la necesidad de pretender que uno sabe. Cumplir 30 años es, sin lugar a
dudas, lo mejor que me ha pasado. Ya da igual que el mundo sepa que prefieres leer novelitas rosa y no a Heidegger en tu tiempo libre. Da igual no saber el secreto del éxito o
qué hacer en tal o cual situación.
Ya estoy en los descuentos para los 40 y aún no sé qué decir cuando muere algún familiar de alguien que estimo, ni sé qué decir en una entrevista de trabajo….y ¿saben? está
bien. Está bien no saber nada, porque te hace más humilde ante la vida inmensa, te hace más honesto, menos ansioso…quizás un poco más pesimista y resignado también,
pero está bien, porque a todos nos pasa, le pasó a tus padres, le pasó a sus padres y así. Estamos todos forzados a hacernos más sabios, por las buenas o por las malas. Todos inevitablemente sabios, precisamente porque no sabemos nada de nada.